martes, 25 de marzo de 2008

Así


Fantasmas del pasado desintegran los pasillos de la memoria,

Como paladines de una fábula sinuosa y macabra.

Volviste,

Oprimiendo la médula de mi existencia,

Declarándome inocente de esta culpa que es amarte.


Mi realidad, trono de lagrimales disecados por tu ausencia,

Tambalea entre el juego ilícito de esta historia cíclica.

Consumiste,

Las sobras de mi cordura,

Las horas de desvelo y la dulzura que restaba.


La distancia amenaza con hacerte,

A cada instante,

Parte de mi ahora y escombros de mi mañana.

Derruiste,

Las esperanzas más puras de mi ingenuidad,

Absortas por los puñales de mi conciencia pesimista.


Quedo herida al pie de mi demencia,

Siendo victima de no conocerme.

Te fuiste,

Dejando en mí este desabrido repaso de sentimientos

Dando inicio a una nueva agonía sin muerte pendiente.

sábado, 15 de marzo de 2008

Solitas ex mortis


Entró a la oficina, marcó tarjeta sin un segundo de retraso, se sentó y, como todos los días de su vida, se dispuso a asignarle códigos a los fallecidos de la morgue por las siguientes doce horas. Su tarea consistía en etiquetar los legajos entrantes por orden de defunción.

Gabriel Saez era un hombre de unos treinta años a quien le quedaban aun quince de servicio, luego, sería enviado a un retiro dependiente del organismo público para el que trabajaba. Vestía siempre traje negro y camisa blanca, tenía una muda por cada día de la semana.

Los domingos a la salida del trabajo, visitaba al farmacéutico para que le fueran asignadas las vitaminas y nutrientes de la semana, era ilegal consumir más de lo que estaba previsto gastar en el cumplimiento de las obligaciones laborales.

Ese día notó que el legajo número AG-0345 mostraba una leyenda en “Observaciones” que decía “Causal de muerte: Soledad”. Es raro que se especifique el motivo del fallecimiento, se suele aclarar el cómo de la muerte, pero muy rara vez el por qué.

Gabriel se vio interesado por esta rareza y comenzó a leer la ficha. Aparentemente, habría sido un suicidio, pero de forma asombrosa, no explicaba de que manera había ocurrido. La palabra “soledad” no era parte del vocabulario específico de su campo. El estaba convencido de que tenía que ser un error de su subalterno.

Las personas habían dejado de ser instruidas en escuelas hacía ya medio siglo. El nuevo plan de enseñanza consistía en darles las herramientas para que cumplan eficientemente su rol dentro de las comunidades, sin proporcionarles conocimientos extra para evitar las masificaciones. Eran criados en institutitos estatales a partir del primer día de vida, y se los ubicaba en su puesto de trabajo a partir de los 18 años.

Por su número de nacimiento, Gabriel Saez, fue designado para llevar a cabo la labor de funcionario público, y por el status social proveniente del apellido de sus progenitores, se le proporcionó un estilo de vida “estándar”.

Su incertidumbre despertaba por primera vez y no veía la hora de que terminara su jornada para revisar su “manual de empleo”.

Una vez que llegó a su hogar, tomó el instructivo y apeló a la ayuda de las cien hojas de vocabulario, pero no existía ninguna “soledad”. En la última hoja decía “En caso de suma necesidad recurrir al museo y solicitar un diccionario”. Ahora Gabriel tenia dos dudas, qué sería “soledad” y qué sería “diccionario”. La situación ya comenzaba a desbordarlo y decidió ir en ese mismo instante al museo.

Él había oído hablar de aquel lugar pero no sabia su ubicación, así que agarró la guía que estaba dentro del manual y caminó las cinco cuadras que lo separaban del museo.

Un hombre que dependía del Ministerio de educación y conocimientos (lo supo por el traje marrón que llevaba puesto) preguntó a Gabriel qué precisaba, y este, mirando nuevamente la hoja en la que estaba aquella palabra, le pidió un diccionario.

Se sentó y apoyó el libro en una antiquísima mesa de roble torneada llena de polvo que databa del siglo XX, una pieza poco común que se encontraba en exposición. Analizó el encuadernado, ojeó unas páginas y pensó que sería similar a la sección de vocabulario de su manual, pero mas grande. Por si acaso, buscó la letra D, la palabra “diccionario” y encontró el siguiente resultado: “libro en que se explican los vocablos de uno o varios idiomas, o de una ciencia o materia, por orden alfabético”.

Terminada aquella duda, fue a la más importante, letra “S”, palabra “soledad”: (lat. Solitas) Falta de compañía. Indignado por su ignorancia, Gabriel, recorrió las paginas hasta llegar a la letra “C” y consiguió el significado de “compañía”: Efecto de acompañar. De la “C” pasó a la “A”, “acompañar”: Estar o ir con otro// participar en los sentimientos de otro.

Gabriel quedó estupefacto por unos minutos, y pensó: si “soledad” es la falta de compañía, el estar sin otros, el no participar de los sentimientos de otro, él vivía en soledad. Desencantado con la vida que estaba llevando, se dio cuenta que la misma rutina que el venía padeciendo había sido “Causal de muerte” para otra persona.

Miró el reloj y recordó que ya debía estar acostado descansando en su casa. El empleado que lo había atendido ya había sido relevado. Fue entonces cuando se acordó que su credencial de ciudadanía no lo habilitaba para transitar la vía pública a esas horas de la noche.

Corrió hacia su hogar, donde le costó llegar, y abrió la puerta totalmente fatigado. Se acostó exhausto queriendo dormir, pero no pudo dejar de pensar en la desgracia que había acontecido con el pobre legajo AG-0345. Daba vueltas en la cama sin poder dejar de imaginarse situaciones y posibles soluciones para su angustiosa realidad. Cada vez se sentía más débil.

Al día siguiente, Gabriel no llegó temprano como de costumbre, y ante el retraso, cinco minutos después de la hora de marcación de tarjetas, sus directivos pusieron a otro empleado a cumplir sus tareas.

Este nuevo empleado era tan aplicado y funcional como Gabriel. Después de pasar media jornada asignando códigos, hubo una ficha que llamó su atención, había ingresado aproximadamente media hora atrás.

Fue el legajo AH-5632, en “Observaciones” especificaba “Causal de muerte: Soledad”.

viernes, 7 de marzo de 2008

Devenir

Amar el recuerdo, amar el presente.
Extrañar al recuerdo, extrañar al presente.
Paradojas de corazones inconclusos que se revuelcan en la reconstrucción misma.

Incoherencia, superposiciones y desgarros
que cuesta hilar en un mismo telar.
Una obsesión perdida que se entrevera con la posibilidad de mañana,
y un hoy, sinuoso y raquítico camino,
desprovisto de cualquier tipo de guía.

Soledad interna y simulacros dilatados;
la realidad de una actuación poco ficcional.
Donde los protagonistas lidian con una tragedia griega sin publico, ni sentido.

No hay respuestas, solo transcursos;
permanencias de malabaristas principiantes.
La dicotomía mas confusa, el afecto menos cuerdo y una vida por seguir.

El pasado rememora diapositivas de momentos perdidos,
lugares demolidos, personas muertas y cadáveres vivos.
Esconde la seducción del interrogante.
Qué hubiese sido.

El ahora exige la meditación en un futuro jamás pensado,
ilusorio por excelencia, que dista tanto de lo buscado como de lo probable.
La obstinada idea de especular con el presente como condición del porvenir corroe la riqueza del momento, pequeños instantes colosales, gotículas de felicidad.

Es imperiosa la composición de una nueva canción,
que convierta lo sucesivo en una degustación de ahoras,
con armonía, a tempo y en tonos mayores.
Una banda sonora que acompañe cada instante siendo único,
cada felicidad como la primera,
y ese amor, ese hoy, como sentido y accidental, inmediato y perpetuo.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)