martes, 15 de julio de 2008

El ombú


Era un árbol añoso, lleno de ventanas para que la luz entrara en el almacén que Inés atendía todos los días a la hora de la siesta. Tenia ramas enormes y recovecos que se transformaban en estantes. Dos cajones de manzana que quedaban ahí dentro, esperaban las tres de la tarde para contener todas las clases de quesos imaginarios que habría en la mejor fiambrería.

Luis juntaba hojas de higuera, de nogal, de sauce, de parra y de ciruelo para ser cada vez más adinerado y así poder comprar toda la comida que haría falta en su castillo, custodiado por su feroz bestia, Pocho.

El primer cliente de la jornada siempre era Luis. Llegaba en su moto Harley Davinson, sin motor y con pedales, pero con una canasta apropiada para llenar de provisiones. Inés lo recibía de muy buen gusto y le preguntaba que necesitaba, lo atendía con suma cortesía del mismo modo en que Elvira recibía a su madre todos los sábados en su comercio.

Luis había comprado ya todo lo que necesitaba para la fiesta de esa noche, gaseosas, chocolates y bombones helados, pero cuando se decidía a pagar, escucharon el grito de Carmen que buscaba a su hija. Inés debía estar acostada, así que cerró rápidamente el negocio y junto a Luis y Pocho corrieron a la casa de la tía para esconderse y no ser castigados.

La fiesta tuvo que posponerse para el día siguiente, pero en compensación merendaron una tasa de chocolate caliente y torrejas en su guarida de todos las tardes.

domingo, 6 de julio de 2008

La vida es una moneda

Un peso en la calle que, después de una sonrisa de reojo, fue derecho al bolsillo del pantalón. Siempre es bueno encontrarse algo, da la sensación de que uno empieza con el pie derecho, pensó, y siguió desenroscando los cables del auricular.

El camino a la parada era siempre el disparador de reflexiones, variando la profundidad según el sueño acumulado por la rutina. El tema de hoy: qué haría de su vida de acá en mas. En efecto, no había descansado bien y en esas circunstancias, los problemas se solían magnificar.

Cree que la vida es sólo una, que no puede perder ni un minuto en algo que no la haga feliz, aunque mas no sea a futuro. Piensa que la vida es una búsqueda de placer constante, satisfacciones y riquezas. Y esta rutina era prueba de que no iba por el buen camino.

Mientras Charly García le susurraba al oído que el reloj en su puño marcó las tres, llega el colectivo y una vaga noción de cual seria la decisión se esbozaba en su cabeza. Dice al chofer “noventa” y saca el peso de su bolsillo para dejarlo librado a su suerte en la maquina a cambio de un boleto.

Se tira contra un asiento y deja que la vista se le pierda en el camino. No puede dejar los compromisos ya asumidos, no lo consideraba correcto, pero cómo desaparecer. La lógica le decía que debía esperar a que terminara el año y después organizar de otro modo el próximo, pero la urgencia por la intolerancia quería una solución ya.

Quizás evaporarse unos días y olvidarse del mundo. Pero no, porque al regresar sería lo mismo, que odiaría aun mas. Qué hacer. Sólo había visto viable la idea de cumplir con todo lo que debía, pero tratando de volver a ser ella. Dándole su toque a cada cosa, y no dejando que las obligaciones sobrepasaran la apropiación de cada actividad.

Pasó el tema, no quería escuchar nada de Cold Play, la ponía peor, así que pasó a Johansen, que le aconsejó “no seas insegura, eso déjamelo a mi”. Y ante semejante recomendación, decidió hacer propio cada compromiso que se le cruzara.

Semáforo en rojo, faltaba poco para llegar, y una manito de 5 años le deja una tarjetita sobre mochila que llevaba en la falda, busca en el bolsillo del pantalón y encuentra 10 centavos. “La vida te sonríe” escrito con brillitos y Mickey sonriendo era lo impreso en el frente del almanaque, mira al nene y, con la sonrisa de una mente ida, le da los 10 centavos y la tarjeta.

El edificio con el cantero azul la alerta, se acerca al chofer y le grita “parada”. Casi se pasa por estar distraída. Serrat la trataba de convencer de que “hoy puede ser un gran día, platéatelo así”.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)