sábado, 2 de agosto de 2008

Erial


La soledad se materializa en el desierto.
Tierra desolada,
sin mas que un espectador ocasional
que nunca desea permanecer en ella.
No hay agua,
la sed abruma al nómade,
y la arena lastima en la aridez de la piel herida.
El sol curte el cuerpo del peregrino
corrompiendo su sensibilidad
y aislándolo del mundo que lo circunda.
El rumbo es impreciso al igual que el fin de la travesía.
Los espejismos,
memorias añoradas,
acentúan el sufrimiento por la lejanía del pasado
y la incertidumbre del futuro.
El paso de los días extraviado en ese lugar,
hacen al errante un agonizante
con menos ganas de vivir a cada minuto.
El silencio,
la ausencia de una voz cálida
que amenice la distancia hasta la meta indefinida,
repregunta el porqué continuar,
por quién seguir.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)