jueves, 17 de diciembre de 2009

Carta de una suicida

Estimado, querido:

Culpable inimputable de estas letras te declara mi necesidad de escribirte una vez más, por última vez. Sufro de la demencia de querer hacerte miles, querer compartirte con el mundo como una más de las maravillas que lo componen.

La imperfección es tu principal atractivo. Y, dulce ironía, eso te hace tan perfecto que ahí radica tu único defecto. Cómo pretender que el paraíso en persona se repliegue a una sola mortal irreverente, cómo soportar que esa pureza con el aura más bipolar de este universo se me encargue como responsabilidad suprema.

Acompañar el camino de aquello que me nutre y me deshidrata es a lo que accedo en este juego peculiar, y es lo que no tolero. El vaivén de dolores y alegrías abultadas corroe todo lo que este alma puede soportar.

Tan sólo podría cooperar siendo una más de tus sombras, o la más preciada si la modestia da lugar a la cima de mis pasos. Y es aquí donde sepulto mi pisada final. Mi admiración enamorada no me permitiría jamás quebrar las alas de tu ser, mi principal inspiración. Pero el resto de amor propio, incomparable con este tan incondicional que te profeso, me exige que de fin a esta manía de frenar tu fructuosa felicidad.

Yo, la dueña y única participe de este sentimiento tan noblemente altruista, me dejaré morir para abrir paso a tu dicha. No pido frenos ni lástimas insensatas, sólo me despido hasta siempre. Dejaré mi cuerpo cómo centinela de tu prosperidad, y a mis otras yo como mediadoras ante las adversidades.

Sólo pido que no me llores, y que sólo sonrías ante el deceso de esta simple enamorada que convive hasta hoy con las otras tantas partes de mi vida. Al terminar estas líneas estaré suicidándome como la idealista romántica que soy de un tiro más al corazón, para seguir existiendo en lo recóndito de este cuerpo que seguirá caminando las calles de las tantas ciudades.

Se despide con el más sensato amor

Mi otra mitad

domingo, 6 de diciembre de 2009

Dor portuguesa




Achei-me preparada
para sofrer as dores da alma,
sem lágrima alguma,
por vez primeira.

O amor,
primitivo sentimento,
feriu-me com o punhal tão conhecido por mim.
Mas agora, tenho a triste surpresa
de que o sangue escorre no chão da minha vida
sem eu fazer outra coisa mais que olhar o caminho de arvores floridas,
vítimas do rego do meu coração.

A insensibilidade do meu sentir
testemunha os tantos punhais que a minha humanidade recebeu,
para fazer de mim a rocha de dor que hoje sou.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)