lunes, 9 de julio de 2012

XVII

Las compuertas se abrieron, 
libre brota el coagulo que se evapora,
desde sus violetas hasta sus dolores.

La retina confirma el camino, aunque éste sea.
Respiro hondo, tanto como los residuos de nicotina permiten, y pienso...



Más allá de lo burdo,
el latido se descontractura.
No hay culpas, sólo paz contra el hedor humano.

Allí no hay sangre,
no hay filantropía,
no hay confín.
Aquí, de entre la gloria,
fluye néctar.

Dibujarlos sería impreciso,
son sinuosos los bordes de la miseria.
Explicarte, 
para qué,
tan ruin minucia.

El tiempo,
paladín implacable, 
roerá el desecho de la mentira.

La vida ofrendará sus soledades a la parca indolente.

XVI

  Fluctúa entre los planos y los vértices. Las manos enredadas sostienen los pesos, los párpados implacables.
  Ella mira a través de humo violáceo, ya indiferente, con la pausa de la anestesia eterna. Corre todo alrededor de su indolencia, en torno al silencio de sus músculos, de sus huesos.

XV

Entrá,
cómodo por la puerta de hierro
erguida e inmaculada.
Sutil se cierra,
protege,
aísla.


No vas a gritar,
no te van a escuchar.
Llegaste por su auxilio, reconfortate.
Estás acá, de éste lado,
para no sentir
                         generar
                                       mirar.


La luz tenue te adormece,
¿no querías trascurrir?
¿no era una vida sin penas ni glorias
la que anhelabas?


Entrá;
que de a poco la inacción te carcome,
que el mundo no te toca,
que no dejás huella.


Entrá,
            morí la vida, 
                                   no permitas que los sueños te vivan.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)