jueves, 30 de agosto de 2012

XVIII




  La mano cayó de ese perfil en una caricia, abriéndose a los tres pasos la brecha de kilómetros al espanto. El ser, cansado, bajó su pulso agrietado de ayeres.
  Los ojos reprodujeron alegrías hasta que la acritud terminó por desgarrar los últimos hervores de vida. Aquella combativa pero desbastada, aquella inocente pero vejada.
  La mano cayó de ese perfil en una caricia, la más sentida y despreciada. Corre por el rio la ilusión mortuoria de quien ya no pretende ser. Todo -la entrega, las perfecciones, las plumas que salivan tinta-, todo yace entre la humedad de hojas quebradizas.
  Cortaron los dedos que acariciaban, y agujas apuñalaron aquellos ojos reverentes.
 Consolando a la agonía y a las sombras quejumbrosas,  el rencor aguarda… espera el desfile de carrozas de arrepentimientos para calmar las ansias; para saciar la penuria de no brindar una mano saqueada, no consolar con miradas deshechas.
  Los oídos suspiran al futuro, vivencian la paz del lamento que cortará la hemorragia. La mano cayó de ese perfil en una caricia…

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)