martes, 2 de octubre de 2012

Vírgula

La piel encandiló el olfato
con dulzura agreste
con el placer, 
        el confort de su abrazo.

Las yemas de los dedos,

sin tiempo,
se declinan por la inmensidad de su espalda
sin vértices
                    ni asperezas.

Los ojos pujaron al compás del vai ven,

complaciendo a la oscuridad libre,
                                                              pulcra.


¡Silencio!
Los oidos expulsaron palabras.
Hay cuartos menguantes en lugar de bocas.

¿Gusto?
No, no hay gusto.
Aun el cofre mantiene la magia,
la aguja sigue suspendida en el aire.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)