martes, 16 de abril de 2013

XX


Emancipa la noche
el crudo rugir de resplandeceres azules.

La risa que rememora
los encierros que resguardan
                                              todo
mimetizado con la miseria latente.

Deslizan esas cintas lenguas primigenias,
dulzuras barrocas,
calor seco de felicidades en blanco.

Escurriendo las paredes de frío evaporado,
los ojos blancos toman el color de la rispidez del latido.

XIX


   
   Y esta mañana, como todas, me levanto y te quiero. Sé que te quiero desperezándote y con los ojos hinchados; de mal humor y lento, como si no le hubieran dado impulso a tu manivela.

   Peleando te quiero, sí, peleando, para darle gracia a la rutina y fuerza al arraigo.

   También te quiero dudando o cuando se te infiltran certezas. Te quiero de espaldas, aunque lo lindo de quererte de frente está en la magia de las miradas y las sonrisas que mueven cielos.

   Mientras te entiendo y me entendés, te quiero, mientras creamos. Te quiero lejos, y distinto, te quiero cerca.

   Con café en invierno, así te quiero, calor vital, con chocolate y bufanda. Te quiero suavidad pura, con el beso que arrastra los labios antes de plasmarse. Te quiero en pretérito imperfecto y en presente simple.

   En síntesis, mañana me voy a despertar, y lo más probable, creo yo, es que te quiera. No sé, lo intuyo.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)