lunes, 17 de octubre de 2022

XXXIII

Se despertó sin claras certezas sobre el momento en que el sueño le cayó encima. Se despertó en el abrazo que hubiera querido, y ahí estaba.

Hay abrazos de todo tipo, pero este, en el que ella sentía plenitud, era de esos que son con todo el cuerpo y un poquito más. Era un envolvimiento candoroso, un manto de la piel más cálida, más justa, más precisa;  una impresión de aroma a sinfín, a minutos eternizantes con ese abrazo abroquelado, ininterrumpido.

Un poco de corazón se filtró entre las sensaciones, y es ahí donde se entendió que volver a adormecerse, abandonarse, no era una opción. ¿Qué clase de persona dejaría de querer vivirse todo lo que fuera posible en esos roces, en esas suavidades de unidad impar?  

Palpitar en lo resplandeciente de lo simple. Palpitar.


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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)