viernes, 6 de febrero de 2009

Treta de encastres


Metaforizo confesiones directas.
Redacto palabras que no digo.
Humillo radares por mis miedos.
Dejo de ser yo, paso a ser lo que fui.
Reminiscencias de aquélla que pierde,
pero gana en cada suspiro,
que agradece tener ojos para contemplarte,
oídos para escucharte y corazón para sentirte.
Ajena a mi,
desde una perecedera distancia,
me hallo idéntica a mi sombra,
como nunca lo había sido.

Concluí empezar esperando,
la profundidad de tu solidez,
la sinceridad de mi ensueño.
Aguardar sólo por la permanencia misma.

Decidí dudar darme,
con la potencia de la ceguera que me caracteriza,
a tu perfección imperfecta.
Entregar mi esencia corrupta por relojes y sus minutos.

Desconozco las sogas que me atan a este efecto,
pero me retienen férreamente, definen con mi total aval,
con mi absoluto desacuerdo.
Contradicciones que me delatan, me debilitan y me enriquecen.

Me alimenta el insomnio y espero.
Aguardo la hermosura de esa alegría que ambiciono,
jamás la propia.

Bocanadas de amor puro corroen lo racional de mis actos.
Destruyen la reputación firme e inalterable.

Me elevo en está disciplina poco tangible,
Por apego al peligro, a lo inexplorado, a vos.

Mudo la piel y vuelvo al principio de mi infinito
Renazco como fui,
Me reconozco como no quiero verme,
Traslucida, ingenua e impropia.

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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)