martes, 14 de diciembre de 2010
El vacío consume torbellinos
en una espiral de indiferencias.
Los engranajes oxidados rechinan
opacados por el ruido que aturde.
Y la cortina de hierro cae precipitada
ante las luces y oscuridades epilépticas.
El dolor encapsulado revienta
sobre las marionetas que creen en la libertad.
Gritos sin voz
aunan amebas que buscan sus formas.
Estas neuronas y uñas eléctricas
erizan el vapor asfáltico.
El átomo terráqueo
sigue,
eterno.
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"Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable..." (J.L.B)